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Salud

“Te están observando. No te descuides, ni bajes la guardia. Asume que en todo momento habrá una cámara grabando tus palabras y tus actos”. Estos renglones no son un fragmento de la novela 1984 de George Orwell, donde el Gran Hermano vigila cada paso de los súbditos de un estado totalitario. Las frases que abren el artículo son advertencias para candidatos a puestos de elección popular en la era de youtube.com.

En enero de 2005, Chad Hurley y Steve Chen se fueron a una fiesta en San Francisco. Grabaron en video algunos momentos de la reunión, para después compartirlos por correo electrónico con sus amigos. Las imágenes pesaban mucho y no se podían enviar por el ciberespacio. Hurley y Chen hicieron un programa de cómputo para subir el video a internet y que los asistentes a la fiesta lo pudieran ver. Así comenzó YouTube.

Hace dos décadas todas las imágenes que veíamos en los noticieros provenían de las cámaras operadas por los empleados de las grandes cadenas de televisión. Un puñado de empresas tenía el monopolio sobre nuestras miradas. El cambio tecnológico redujo el precio de las cámaras y comenzó la proliferación de videos amateur: el perro que se da una pirueta en el aire o el bebé sonriente con la cara embarrada de helado. Cualquiera con una cámara podía ser cineasta o reportero, pero las empresas de TV todavía mantenían el control absoluto sobre la transmisión de imágenes. YouTube cambió esto para siempre. Hoy cualquier persona puede grabar, transmitir sus videos y captar la atención de millones de internautas. Johannes Gutenberg democratizó la lectura con la invención de la imprenta, cinco siglos después, YouTube socializó el acceso masivo a la comunicación de imágenes. Si la comparación te parece una exageración desmesurada sospecho que no has entrado a www.youtube.com.

¿Te gusta el futbol o el ballet?, ¿la lucha libre o la poesía? Busca y encontrarás algún video cercano a tus intereses. Como cualquier librería o puesto de periódicos bien surtido, YouTube tiene una bastísima mezcla de basura y genialidad. Este sitio de internet es la videoteca de la especie humana. La revista Time le llama la bestia del billón de ojos. Vivimos apenas los primeros minutos de una revolución televisada donde el actor estelar, al menos por un instante, puedes ser tú.

Esta semana ocho precandidatos demócratas a la Presidencia de Estados Unidos se enfrentaron en un debate inédito. El evento fusionó a los medios de comunicación del siglo XX y XXI: la empresa CNN difundió el debate por TV, mientras que los ciudadanos interrogaron a los aspirantes presidenciales a través de YouTube. Las videopreguntas de los votantes reflejaban preocupaciones íntimas con consecuencias colectivas. Kim, una mujer de 36 años enferma de cáncer y con visibles huellas de la quimioterapia preguntó: “mis oportunidades de sobrevivir no son tan elevadas como pudieran ser, porque al igual que millones de norteamericanos no tengo seguro médico. ¿Cómo Presidente qué harías para garantizar el acceso de todos a la salud?”.

Es muy fácil para un candidato recitar de memoria sus planes de gobierno. Es mucho más difícil ver a los ojos a una persona que puede morir a consecuencia de una política pública mal diseñada. La imagen y fuerza emocional de los testimonios en primera persona transformó el formato del evento. El mismo día del foro YouTube-CNN, en Baja California, Jorge Hank, José Guadalupe Osuna y otros candidatos a la gubernatura del estado se enfrentaron en un debate con el tieso formato tradicional. No lo pude ver. Si lo hubiera visto, seguro me hubiera aburrido. ¿Cinco políticos atacándose entre sí, por una hora? ¡Qué flojera!

YouTube no va a reinventar la democracia representativa, pero nos ofrece un puente para que los electores se acerquen a la política y se humanice el debate público. Más temprano que tarde, el presidente Calderón o Marcelo Ebrard aceptarán participar en un diálogo ciudadano por medio de internet. Ellos o sus sucesores lo tendrán que hacer. Esto no es una moda. YouTube nos da nuevas herramientas para exigirle cuentas a la autoridad. Yo que tú preparaba mis preguntas.

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