Una esperanza para la reforma migratoria (otra vez)

Migración

En un discurso pronunciado el 29 de enero en Las Vegas, el presidente estadounidense, Barack Obama, delineó su propuesta para, en sus palabras, arreglar el quebrantado sistema de inmigración de su país. El mandatario destacó que cualquier reforma en la materia deberá incluir como mínimo la atención a cuatro grandes pilares: 1) continuar con el fortalecimiento de la seguridad en las fronteras; 2) acabar con empleadores que contratan trabajadores indocumentados; 3) un camino a que los indocumentados con los requisitos mínimos puedan ganarse la ciudadanía; y 4) agilizar la inmigración legal, sobretodo de personal calificado en áreas impulsoras del desarrollo económico para Estados Unidos. Al mismo tiempo, un grupo de legisladores conocido como la “Banda de los Ocho”, integrada por cuatro senadores demócratas encabezados por Chuck Schumer, y cuatro republicanos liderados por John McCain, presentaron una iniciativa bipartidista más o menos sustentada con los parámetros estipulados por Obama. Sin embargo, si se revisa la historia, los mismos preceptos esgrimidos en esta oportunidad han estado presentes en varios momentos, desde la polémica amnistía otorgada en 1986 por la Immigration Reform and Control Act (IRCA), mejor conocida como Ley Simpson-Rodino, hasta los fallidos esfuerzos ocurridos entre 2005 y 2007 por senadores como el extinto Ted Kennedy, Jon Kyl o el mismo McCain. Entonces, ¿qué puede ser distinto en esta ocasión?
Dejando aparte el Programa Bracero de hace más de medio siglo, la IRCA es el gran parteaguas en el tema migratorio bilateral. Dicha ley otorgó estatus legal casi en automático a alrededor de 3 millones de personas, entre residentes indocumentados y sus familiares que, viviendo entonces en sus países de origen, tuvieron la opción de alcanzar a sus parientes en Estados Unidos. Al poco tiempo, IRCA fue visto como un monumental fracaso por los estadounidenses ya que ni se desincentivó la inmigración ilegal, ni se creó un efecto económico positivo para el país. De hecho, al presentar el actual plan de la “Banda de los Ocho”, el senador McCain advirtió que el acuerdo al cual pudiera llegarse deberá considerar evitar “la repetición de los errores de la reforma de inmigración de 1986”. Así, la versión 2013 de la posible reforma incluiría, entre otras cosas, un mecanismo donde los indocumentados deberán presentarse ante la autoridad correspondiente, comprobar un determinado tiempo de estar trabajando en Estados Unidos, tener en ese momento un empleo, permitir una revisión exhaustiva de su historial (dónde ha vivido, si tiene o no antecedentes penales, quiénes han sido sus empleadores), pagar una multa y la reposición de sus impuestos. Después de esto, el susodicho podrá acceder a un periodo de prueba donde tendrán que aprender inglés y civismo, así como ir a la fila de quienes ya estuvieran en proceso legal de obtener su residencia permanente (la célebre “green card”). Asimismo, habría facilidades en el procedimiento para aquellos que hubieran ingresado como infantes y, según ese criterio, hayan infringido la ley sin conocimiento de causa, así como para los trabajadores agrícolas. Otro dato que llama la atención es la propuesta de otorgar la residencia a quienes obtengan una maestría o doctorado en la Unión Americana en materias vinculadas con matemáticas, ingenierías, ciencia y tecnología. Como puede apreciarse, por un lado, la propuesta intenta “premiar” a los que de alguna manera han contribuido por mucho tiempo a la economía de aquel país; por otra parte, también pretende facilitar que el talento del mundo continúe fluyendo hacia territorio estadounidense.
Independientemente de tratar el tema con mayor detalle y de puntualizar sus eventuales implicaciones para México, esta nueva esperanza de reforma migratoria encarará los mismos obstáculos de costumbre, en particular en una Cámara de Representantes con una fuerte representación de intereses antiinmigrantes en ambos bandos políticos. Más allá de esto, oportunidades como ésta deberían impulsar reflexiones a fondo en países expulsores de migrantes como el nuestro. ¿Por qué esperar un mejor trato para los connacionales en el exterior, si muchos de ellos están allá porque aquí no encontraron las condiciones de bienestar y desarrollo a las que aspiran? El eterno cuento de ver la paja en el ojo ajeno…

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