¿Se imagina lo sano que sería para la democracia de México que, a unas semanas de la elección, Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón Hinojosa se encontraran en algún café y se sentaran a platicar?
No sólo se trataría de la fotografía emblemática de la elección del 2006, sino de un acontecimiento que marcaría un momento estelar del cambio democrático de México, hablaría de madurez política y nos acercaría a la consolidación.
Todos entendemos que el debate y la polémica son parte normal de las campañas. Pero en esta contienda, más que el contraste de políticas, hemos presenciado una confrontación estéril, casi personal, entre los candidatos, en la que los ataques y las descalificaciones escalan más allá de lo prudente y de lo necesario.
Dentro del desgaste, el cansancio y el nerviosismo propio del trabajo de una campaña, es normal que los candidatos y sus equipos lleguen a tal momento de presión y emoción que, por ganar, sean capaces de “todo”, y es entonces cuando vienen los malos consejos y se cometen los excesos verbales y materiales, que tarde o temprano se convierten en verdaderos errores.
En momentos así, es necesario escuchar a los políticos experimentados, a los hombres y a las mujeres inteligentes de los partidos y a quienes tienen la cabeza fría en los equipos de los candidatos. Ayuda mucho pensar en el fin de la campaña e imaginar los problemas posteriores a la elección.
Los candidatos a la Presidencia no deben perder de vista el verdadero problema del país: la democracia electoral no está sirviendo para construir acuerdos entre las distintas fuerzas políticas y no está siendo eficaz para gobernar y emprender los cambios necesarios. Lo más delicado es que la sociedad se cansa, se impacienta y de manera preocupante se desencanta de una democracia así.
Nuestro país tiene hoy la misma estructura de poder político que tenía en el año 2000 y el próximo presidente enfrentará condiciones muy similares a las que se le presentaron al gobierno de la alternancia, pero sin el bono democrático de aquel entonces. Operarán los mismos mecanismos del poder público, idéntica forma y similar composición del Congreso, las mismas facultades del Ejecutivo y de los partidos, porque no hemos reformado la estructura del poder.
La situación se agrava, pues muchos enclaves autoritarios y poderes fácticos se han visto fortalecidos frente al poder del Estado y hoy constituyen un verdadero riesgo para la gobernabilidad y la estabilidad del país.
Las mismas condiciones generarán problemas similares y es muy fácil prever que, sea cual sea el resultado de la elección, el país mantendrá la inercia y va a padecer por la falta de reformas y cambios de fondo, lo que le hará perder competitividad económica y viabilidad internacional.
Es un problema de instituciones. Para resolver la parálisis padecida por el sistema, es necesario que los demócratas del país eviten la polarización y sean capaces de lograr el primer acuerdo. Un acuerdo para construir los demás. Una reforma que sirva para destrabar las otras reformas. Un cambio en el funcionamiento del sistema de toma decisiones del Estado, que permita lograr las transformaciones estratégicas necesarias para nuestro desarrollo.
Los políticos deben entender la dificultad y la responsabilidad compartida de este escenario y necesitan dialogar y construir una agenda común. Ese es el tema.
Cualquier candidato con sensatez debe pensar en ganar la elección, pero, al mismo tiempo, saber que para gobernar necesita puentes y buenas relaciones con los adversarios con quienes contendió en la campaña.
No tenemos mecanismos institucionales para generar acuerdos. El régimen es presidencialista, no parlamentario. Por lo tanto, la creación de los acuerdos queda confiada y descansa, en buena medida, en el liderazgo y las capacidades personales de los actores involucrados. Por eso, es momento de prudencia e inteligencia. Norberto Bobbio utilizaba el término mitezza, traducido al español como “moderación” o “templanza”, para referirse a esa sabia condición de equilibrio que un político necesita con miras a gobernar en una democracia.
Todos debemos tener presente que el ambiente del país está enrarecido y los enemigos de la democracia le están haciendo mucho daño a México. La confrontación ya cobró sus primeras víctimas. El pasto está seco y cualquier chispa puede encender la pradera. No perdamos de vista la violencia que está padeciendo el país y la gravedad y el dramatismo de muchas de las escenas que estamos presenciando.
Este entorno debe alertar y unir a quienes creen en la democracia. Calderón y López Obrador encabezan las encuestas y uno de ellos será presidente. Ambos tienen muchas diferencias políticas e ideológicas, pero también algo en común: representan dos partes de una misma democracia.
¿Se imagina todo lo que se lograría si ambos platican y acuerdan? ¿Y si se toman un café?
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