Cuando López Obrador exclamó hace tiempo “al diablo con las instituciones”, anunciaba que su estrategia política avanzaría por una ruta fuera del juego democrático. La toma de Avenida Reforma y el secuestro del Congreso de la Unión evidencian la forma en que el “legítimo” expresa su rechazo en una democracia. AMLO apostó ya por la denuncia pública, la movilización política y la resistencia civil como medios de acción para encauzar conflictos. Hasta ahora ha logrado aumentar su aparición en medios, golpear al equipo calderonista y bloquear temporalmente la discusión energética en el Congreso. Aunque AMLO en lo personal podría estarse beneficiando, el PRD y la izquierda institucional pagarán, sin duda, el costo político rumbo al 2009. Es posible que en la lógica del caudillo no sea necesario un partido cuando se ha decidido jugar fuera de las reglas institucionales.
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