El fútbol y el miedo

Justicia

La balacera alrededor del estadio de Torreón ya ha recorrido el mundo. No es que los enfrentamientos entre grupos criminales y autoridades sean una novedad en México, la noticia es que el evento fue presenciado por miles de familias mexicanas en tiempo real y todos los medios -incluyendo aquellos con estricto contenido deportivo- transmitieron imágenes del pánico que generó la balacera y el no saber si los disparos ocurrían dentro o fuera del estadio. Una vez que la agitación terminó, las autoridades, sin tiempo para articular una explicación plausible sobre lo ocurrido, sólo lograron coincidir en que el objetivo de los criminales no era atacar a la afición sino a un elemento de la policía. No obstante, sin importar cuál fue la intención inicial, los disparos podrían tener un alcance que va más allá del que han tenido los habituales enfrentamientos: generalizar la sensación de intranquilidad.
El futbol que no se jugó en la cancha por la suspensión del juego sí tuvo lugar, por analogía, entre las autoridades federal y local: la pelota de la responsabilidad iba y venía en el discurso de las autoridades. La disputa evidenció nuevamente un sistema de procuración de justicia desorganizado, sin capacidad de reacción y poco efectivo para controlar la sensación de pánico que se sembró al mismo tiempo en Torreón que en todo el país. De nuevo, la flaqueza institucional no es la noticia, la novedad está en la aleatoriedad del evento. El discurso oficial ha sido, desde el inicio de la guerra contra el crimen organizado, que la violencia sucede entre grupos criminales, que se encuentra contenida en ciertas zonas y, más importante aún, que si la población se mantiene fuera de esos espacios y dinámica el riesgo es remoto. La balacera alrededor del estadio descarta esa hipótesis y propone una nueva: la violencia es aleatoria y la posibilidad de recuperar la tranquilidad en el país parece cada vez más remota.
El riesgo está en que en la medida que para los mexicanos se vuelva una prioridad acabar con la inseguridad, aumente la disposición a aceptar acciones de mano dura y “soluciones inmediatas” que, desde luego, no pasan por mejorar las capacidades de investigación o la cooperación institucional. Por lo pronto, la Federación Mexicana de Futbol y la PGR trabajan en protocolos de seguridad e insisten en que se trata de hechos aislados que no deben de generar miedo ni modificar conductas. Si bien el discurso parece ya no ser suficiente para una ciudad como Torreón, donde inclusive las escuelas realizan simulacros para enfrentar atentados, el miedo podría traer ventajas para quienes buscan legitimar la estrategia contra el crimen organizado, justificar la actuación del Ejército e, incluso, prescindir de algunos derechos civiles si, con ello, se logra restablecer la paz.

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