El verdadero rostro de “El Lazca”

Justicia

Desde que la Secretaría de Marina confirmó el deceso de Heriberto Lazcano, alias el “Z-3” o “El Lazca”, ocurrido el 7 de octubre pasado, mucho se ha dado vuelo a las especulaciones. Más allá de los lugares comunes manejados respecto al paradero del supuesto cadáver del “Z-3”, de si es el fin o no de Los Zetas (la banda criminal que encabezaba Lazcano), la figura de “El Lazca” evoca un tema fundamental en el contexto del combate contra el narcotráfico que, igualmente, está sujeto a muchas especulaciones y sitios comunes: el problema de las deserciones en el ejército.
Como es sabido, Los Zetas fueron integrados, en sus orígenes (1995), por desertores de las fuerzas armadas. En el caso de “El Lazca”, él solicitó su baja del ejército en 1998, cuando había alcanzado el grado de cabo de infantería. Ciertamente, Los Zetas nutrieron sus filas con desertores, no sólo del ejército mexicano, sino del guatemalteco (recordar a los kaibiles). Mucho se ha hablado de que la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) enfrenta un importante problema de deserciones. Tan sólo en el sexenio de Vicente Fox habrían desertado 107,158 elementos de sus filas. En su más reciente Informe de Rendición de Cuentas 2006-2012, la dependencia castrense estimó que durante la gestión de Felipe Calderón el número se redujo a poco más de 75 mil. Sin embargo, aunque las cifras pudieran parecer preocupantes por el potencial de que dichos elementos pudieran engrosar el “capital humano” de organizaciones delictivas, es conveniente realizar un análisis mesurado respecto a estos datos ya que, en sí, no nos dicen mucho.
A mediados de este año, el comisionado del IFAI, Ángel Trinidad Zaldívar, promovió un recurso ordenando a la SEDENA para detallar no sólo el número de desertores, sino las causas que habían orillado a dichos individuos a tomar esa decisión. Según el marco legal relativo a las deserciones, plasmado en el capítulo IV del Código de Justicia Militar, sus causas pueden ir desde la indisciplina, hasta un simple cambio de opinión en cuanto a la vocación de la persona. En este sentido, parece complicado que SEDENA pueda recopilar los datos que le requirió el comisionado Trinidad y, en caso de poderlo hacer, no se podría establecer una relación causal entre los motivos de la deserción y una probable incorporación posterior a la delincuencia organizada. Se supondría poco racional anunciarle a un superior su salida de la tropa porque le “ofrecieron trabajo” en un cártel.
El fenómeno de las deserciones tiene varias aristas. Una de ellas puede ser una falla de origen en el reclutamiento. No cualquiera se adapta a la disciplina militar. Otra es una cuestión relacionada con los incentivos económicos para mantenerse en la fuerza armada. Rogelio Cerda, cuando fungía como presidente de la Comisión de Defensa Nacional de la Cámara de Diputados en la LXI Legislatura, afirmaba que la principal motivación para desertar es económica. A fin de atender esta situación, no es casualidad que la ley vinculada a las fuerzas armadas que más ha sufrido modificaciones en los últimos años sea la Ley del Instituto de Seguridad Social para las Fuerzas Armadas Mexicanas (ISSFAM). El aumento en las prestaciones y beneficios de retiro para los militares intenta ofrecer mayor certidumbre a quienes deciden seguir esa carrera, con los riesgos que implica tanto para ellos como para sus familias, sobre todo en un contexto como el que hoy vive México. El punto es que, caer en la tentación de generalizar que todo desertor del ejército (o la mayoría) irá directo a tomar un AK-47 al servicio de un capo, sería tanto como decir que un sacerdote que cuelga los hábitos de inmediato se entregará a los brazos de Lucifer.
Dicho esto, parece evidente que la debilidad institucional que caracteriza al país en general se manifiesta de la misma forma en las fuerzas armadas. No queda duda que cualquier estrategia que decida emprender el gobierno entrante para el combate al crimen organizado deberá contemplar la complejidad del fenómeno de la deserción que ilustra el caso de los Zetas y que representa una cara fundamental del México de hoy.

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