Sólo fue un discurso, es cierto. Sin embargo, en su Tercer Informe de Gobierno Felipe Calderón logró transmitir el sentido de urgencia necesario para promover cambios esénciales en la estructura económica, política y social del país. Si bien la mayor parte del informe fue una recreación de las viejas formas –promoción solemne de logros insuficientes de la administración a la mitad del sexenio– la novedad consistió en el reconocimiento de la insuficiencia, en que se propuso una agenda de cambios y en la invitación a los actores que pueden hacerlos posibles. A pesar de que el día del Presidente, dejo de serlo hace tiempo, para la administración actual el Informe de Gobierno –incluso en este formato y gracias a la ventana de promoción que abren las disposiciones electorales– sigue siendo un importante vehículo para conectar con la población. Calderón jugó adecuadamente sus cartas al proponer una agenda inclusiva y llamar a la responsabilidad. Sin embargo, más allá de los puntos que este acto pueda recuperar para sus niveles de aprobación, la pregunta clave es si logrará traducir la oportunidad del discurso a la realidad para impulsar los cambios que el país necesita. Entre los cambios propuestos por el Presidente hay varios que puede emprender el propio Ejecutivo de inmediato, por ejemplo en los temas de telecomunicaciones, educación y regulación. En la medida en que dé los primeros pasos, su llamado a la responsabilidad a otros actores sería más poderoso y ganaría legitimidad verdadera, la que sirve para gobernar y no sólo para mejorar en las encuestas.
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