El 18 de mayo próximo, el PAN llevará a cabo su proceso interno a fin de elegir a quienes ocuparán la presidencia nacional y la secretaría general del partido para un breve periodo que culminaría después de transcurridos los comicios federales de 2015. Los principales contendientes perfilados son el actual dirigente, Gustavo Madero, quien sería acompañado en su fórmula por el ex presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Ricardo Anaya, y el senador con licencia, Ernesto Cordero, en mancuerna con el ex gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva. De esta manera, es probable que estemos ante el último –y menos “apasionante”— episodio de la pugna entre el grupo afín al ex presidente Felipe Calderón (cuya velocidad de desintegración ha sido directamente proporcional al descenso de sus fuentes de recursos) y una especie de contracorriente que, aun cuando hoy se suele identificar a Madero como su líder y podría llegar a confundirse con una suerte de “anticalderonismo”, en realidad ha tenido a la supervivencia política como su principal consigna. La relevancia de Calderón como referente –positivo o negativo—se ha ido diluyendo, aunque también es justo decir que no se debe tanto a las capacidades de liderazgo de Madero, como a su oportunismo político. De cara a una probable reelección del chihuahuense en el Comité Ejecutivo Nacional (CEN), y dadas las condiciones en las cuales se desarrollará este trance, ¿qué le espera al PAN?
En comparación de lo ocurrido en 2010, cuando Madero llegó al frente del CEN, la elección panista de 2014 tiene significativas diferencias. Tras la reforma estatutaria de 2013, Acción Nacional elegirá a sus máximas autoridades vía el voto directo de su militancia –cuyo padrón fue depurado hace unos meses (con la consecuente merma en cientos de miles de miembros)—, y no por medio del órgano de notables conocido como Consejo Nacional. Esta modificación, si bien descentraliza el proceso, altera la naturaleza de la contienda en dos sentidos: por un lado, empodera a las dirigencias estatales, las cuales, a su vez, están empapadas por la influencia de la presidencia nacional (y la redistribución de los recursos partidistas); por otro lado, una contienda abierta, territorial, implica un inmenso gasto de recursos y, por lo tanto, la disponibilidad de recursos determina buena parte del resultado. En la actualidad, gracias al Pacto, Madero cuenta con recursos sobrados, cortesía del gobierno.
Otra diferencia tiene su origen en la falta de liderazgos claros dentro de las cúpulas panistas. El intento de construir un frente de oposición contra la reelección de Madero –cuyo éxito de por sí no prometía tampoco demasiado—, recibió un golpe significativo con la determinación de Josefina Vázquez Mota de no contender. Por su parte, la consolidación del “corderismo” como corriente, parece más un anhelo que algo factible. Por último, estará por verse algo supuestamente muy importante en el intento panista de volver a acercarse a la ciudadanía y recuperarse como opción de gobierno (una imagen deteriorada de forma grave por sus doce años de estancia en la administración federal): el entusiasmo participativo de las bases sociales del panismo.
Si la continuidad se impone en el PAN, los riesgos son iguales a las oportunidades. Los primeros, implican la nutrición de una imagen de colaboracionismo pragmático encarnada en figuras como el hoy fenecido Pacto por México. Sacrificar la diferenciación panista del gobierno federal, aunque le podría dar ciertos dividendos en lo electoral (2015 podría desembocar en un escenario de resultados “suficientes” para Acción Nacional, es decir, ganancia de algunos municipios y distritos relevantes, pero probablemente nada que pusiera en jaque la mayoría parlamentaria del PRI en San Lázaro o su hegemonía en los gobiernos estatales), continuaría con el debilitamiento del partido como alternativa real frente a la maquinaría priista. Por otra parte, en cuanto a las ventajas de consolidar al grupo en el poder panista, destaca la posibilidad de reintegrar al partido y dar una sola cara al exterior. Todo ello estará condicionado a la presencia de una estrategia de restauración y modernización de los valores del PAN, así como la puesta en marcha de un enfoque que rescate las inquietudes ciudadanas respecto a las maneras de gobernar del regreso del PRI a Los Pinos.
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