Brasil 10, México 0

Opinión Pública

Tanto el Poder Ejecutivo de México como el de Brasil han emitido una serie de declaraciones y argumentos enfocados a defender el modelo económico que cada nación decidió emprender. Por un lado, la presidenta Dilma Rousseff y el expresidente Luiz Inácio “Lula” da Silva enaltecen el crecimiento observado en el pasado en Brasil—particularmente del 2001 al 2010 en donde obtuvieron tasas de crecimiento promedio de 3.6%. En México, el presidente Peña, junto con el Secretario de Hacienda Luis Videgaray, vitorea el crecimiento esperado en el futuro que vendrá de las distintas reformas estructurales emprendidas por la administración priista.  Si bien Brasil celebra su pasado y México su futuro, en realidad, tanto el país sede del mundial como México enfrentan un bajo crecimiento y fuertes presiones sociales y políticas, aunque por razones muy distintas.
Respecto al señalamiento emitido por el ex presidente da Silva quien destaca que México es solamente una promesa económica y no una realidad como Brasil hay que entender que esta crítica se erige como la primer voz internacional discordante respecto al crecimiento económico que se espera de México en los siguientes años y pone en duda el alcance de las reformas en el crecimiento económico.  Sin embargo, es importante también ver que esta declaración tiene una lógica interna ya que está circunscrita a un debate de política interna brasileña y no de rivalidad intra-continental, especialmente si se toma en cuenta que en octubre de este año hay elecciones presidenciales en Brasil.
El gobierno de Rousseff ha enfrentado un descontento creciente de la ciudadanía que ha reaccionado de manera contundente en contra del modelo económico con bajas tasas de crecimiento del 2011 al 2013 (donde la economía creció en promedio sólo 2.0%) lo que ha elevado su vulnerabilidad ante la reelección. Además, mientras que en 2010 el 50% de los ciudadanos estaban satisfechos con el estado de Brasil, para 2014 se redujo a sólo 26%. Por otro lado, mientras que sólo el 36% valuaba como mala la situación económica del país, para 2014 representaba el 67%. Finalmente, hoy el 61% de los brasileños cree que la Copa Mundial tendrá un impacto negativo sobre el país. Así, el modelo económico Cardoso-da Silva-Rouseff no alcanzó a dar resultados suficientes para llegar hasta las Olimpiadas y pone en una situación cada vez más incómoda al gobierno.
Al comparar ambos países frecuentemente se busca generar un discurso de rivalidad o antagonismo cuando en realidad lo  importante es analizar sus particularidades y sobre todo aprender de sus experiencias. Entre las diferencias más marcadas entre México y Brasil encontramos que el país amazónico emprendió su modelo económico en momentos de bonanza internacional, previos a la crisis de 2009, mientras que México planteó reformas en tiempos donde el mundo  creció en promedio a tasas bajas o nulas.  Brasil sustentó altas tasas confiado en altos precios de commodities en el contexto de una economía relativamente protegida y con una elevada carga fiscal que se traduce en diversos tipos de subsidio; por su parte, México apostó a una estrategia de apertura económica que ha rendido frutos como potencia exportadora de manufacturas pero que no ha logrado transformar a la economía interna. Brasil supeditó parte de su crecimiento al de un gigante, China, y sus altas tasas de crecimiento y México está atado al mercado estadounidense, con una economía en vías de recuperación.
No obstante,pese a las diferencias,el modelo brasileño tiene enseñanzas para el futuro de nuestro país. Por ejemplo, confiar en los altos precios de un mercado de alto valor agregado es una apuesta que conlleva un alto riesgo de largo plazo. El hecho de supeditar el crecimiento del país al crecimiento de gigantes (llámese China o Estados Unidos) es  arriesgado per se. En realidad, la prioridad debería de estar en desarrollar la economía interna, apostar por la productividad, la competencia y diversificar y ampliar la red de proveeduría y los socios comerciales. Además, el crecimiento de largo plazo no puede realizarse si no es por el impulso del capital humano, la innovación y la transferencia tecnológica.  Por último, si el crecimiento no genera oportunidades para la creación de empresas y actividades por parte de individuos del más diverso origen social que reduzcan la desigualdad en el largo plazo, un mayor ingreso por habitante no eliminará los problemas de descontento social y político. Lo cierto es que, si de comparaciones se trata, el modelo de crecimiento económico desarrollado por Brasil, aunque controvertido y cerrado,  les dio impulso durante diez años, en México apenas vamos a ir por los datos.

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