La Cumbre de Líderes de América del Norte realizada el 19 de febrero en Toluca, Estado de México es el séptimo encuentro de su tipo y el segundo que se realiza en México. En esta ocasión, la reunión de los presidentes de México, Estados Unidos y Canadá, se dio en el marco de los 20 años de la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio (TLC) y aunque sus objetivos amplios y generales son impulsar la competitividad y el dinamismo de la región, la consolidación de la Alianza Trans-Pacífico (Trans-Pacific Partnership (TPP)) en los países de Norteamérica parece ser el tema de mayor interés.
El TPP actualmente representa el 26% del comercio y los países que lo integran producen el 40% del Producto Interno Bruto mundial. Para México, Canadá y Estados Unidos, el TPP se vislumbra como un acuerdo de segunda generación, respecto del TLC, cuyo objetivo principal es armonizar el comercio regional que dichos países ya tienen integrado ante una nueva configuración del comercio internacional.
Específicamente para México el TPP significaría enfrentarse a un nuevo marco normativo en sectores y temas estratégicos, como el energético, el transporte, el alimentario, o el de cruces fronterizos. En el pasado, México ya ha sido objeto de serios cuestionamientos respecto del cumplimiento de plazos y condiciones de las partes involucradas. Además, actualmente los productores mexicanos tendrían que ajustarse a cambios en normas sanitarias que sin duda afectarán la dinámica de la producción nacional de exportación. Asimismo, la adopción de estándares medioambientales y laborales más costosos aún están por sorprender a muchos empresarios que ignoran el impacto que tendrá en su competitividad el ajuste a nuevas necesidades comerciales. La reforma en el sector energético evidentemente abrirá nuevas expectativas respecto de oportunidades de comercio y fijará una nueva agenda de negociación para el futuro. La integración de la región tendría para México alicientes nunca antes vistos; sin duda, sería una oportunidad para mejorar sus relaciones comerciales, y aprovechar el momentum para establecer reglas claras de negociación para atraer inversiones en segmentos como la explotación de yacimientos ubicados en la cuenca del Golfo de México, por ejemplo.
Sin embargo, frente a la coyuntura que la Cumbre plantea, aun existen temas pendientes como la seguridad y la migración, que una vez más no han sido materia de discusión. Resulta preocupante que aun cuando la cooperación bilateral entre México y Estados Unidos ya se ha modificado, la seguridad no parece ser un tema prioritario en la agenda. Asimismo, el tema migratorio es un debate en el que México tiene muy poca incidencia, las decisiones relacionadas a esto continuarán tomándose unilateralmente; y en el caso de Canadá, ya se tienen acuerdos temporales de trabajo. A estas alturas, no hay mucho más que discutir, no obstante la trascendencia que dichos temas tienen para la determinación de estructuras de costos de posibles inversionistas.
Sin duda, las negociaciones relacionadas al TPP deberán seguirse muy de cerca y los acuerdos a los que se lleguen deberán llevarse a cabo con todos los escrúpulos posibles. La ventaja de acceder a un mercado de 700 millones de personas trae consigo el riesgo para México de perder su acceso privilegiado al mercado norteamericano y de ver disminuidas sus ventajas competitivas frente a otros países de la región que le llevan ventaja en costo y calidad de mano de obra, por ejemplo. Conociendo la experiencia del TLC, ¿será esto, un costo demasiado alto para pagar?
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