El Estado y la política obrera del México Contemporáneo

Administración Federal

El pasado fin de semana, los liderazgos de dos de los sindicatos más poderosos de México –el de maestros y el de petroleros—fueron renovados por aclamación. En los últimos días, en el marco de las discusiones de la reforma laboral, mucho se ha hablado de la posibilidad de hacer “más democráticos” a los sindicatos y evitar la perpetuación de caciques vitalicios como lo son, en los casos referidos, Gordillo y Romero Deschamps, respectivamente. En este sentido, cabe preguntarse cuál es el impacto del sindicalismo mexicano sobre la productividad de la economía mexicana. Sabemos que frecuentemente los detractores de las organizaciones obreras reclaman que éstas impactan de manera negativa el desempeño de la economía. Pero ¿qué sabemos en realidad al respecto?; ¿es esto mito o realidad?
Para que los sindicatos tengan un impacto relevante en la economía, éstos deberían ocupar una buena parte de la economía, es decir agrupar a una buena parte de los trabajadores empleados. Sin embargo, esto es falso. En realidad, en su mejor momento, 1980, los sindicatos nacionales en conjunto alcanzaron una tasa de sindicalización del 27% de los trabajadores asalariados mayores de 14 años. Esto implica que ni en su mejor momento el país tuvo a la tercera parte de su fuerza de trabajo bajo un esquema de contratación colectiva. En comparación, la fuerza de trabajo de Reino Unido tuvo de 1992 a 2010, en promedio, una tasa de sindicalización de 30.1 por ciento; Suecia, de 1989 a 2006, tuvo una tasa de 102.5 por ciento, y Noruega, de 1996 a 2008, de 71.4 por ciento.
Además, en honor a la verdad esta cifra no representa sindicatos que efectivamente están defendiendo a sus agremiados. Es un secreto a voces que una buena parte del sindicalismo en México corresponde a lo que se conoce como “sindicatos blancos,” es decir, aquellos sindicatos que no defienden los intereses de los trabajadores sino los de la cúpula sindical, aquellos que hacen sacrificios rituales.
Ejemplo de esto es Walmart de México, el más grande empleador privado del país. La empresa de supermercados se ha beneficiado ampliamente de sus tratos con tres sindicatos blancos, la Sociedad Nacional de Trabajadores del Comercio y Oficinas Particulares, dirigida por el senador priísta Isaías González Cuevas y perteneciente a la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC); la Asociación Sindical de Trabajadores, Empleados, y Agentes de Casas Comerciales del DF, afiliada a la Confederación de Trabajadores de México (CTM), y el Sindicato Nacional de Empleados y Trabajadores de Supermercados, Centros Comerciales, Similares y Conexos de la República Mexicana, también adscrito a la CTM. Según una investigación de Alfonso Bouzas, estos sindicatos elaboran contratos colectivos que establecen salarios que van de 66 a 160 pesos al día y que no protegen derechos fundamentales de los trabajadores así como la estabilidad de horarios de trabajo, un lugar de trabajo fijo en el ejercicio de las funciones y le dan la posibilidad de rescindir el contrato al empleador en cualquier momento. Características a todas luces es anómalas para un sindicato.
Entonces, ¿qué tipo de problema plantea esta situación? Por un lado, el gobierno federal se favorece del control que ejercen las cúpulas sindicales sobre sus agremiados, por el otro, las cúpulas sindicales corporativas pueden mantener un modelo sindical caracterizado por la falta de democracia interna, de transparencia y de corrupción sindical. Finalmente, los empresarios pueden contratar bajo condiciones convenientes a su fuerza de trabajo. ¿Quién exactamente tiene un problema con este esquema laboral? ¿Es la sobrerregulación el problema?
Parece evidente que la baja productividad que caracteriza a la economía mexicana tiene muchas causas. El sindicalismo en sectores cruciales para el desarrollo –como son educación y petróleo- sin duda afecta el desempeño de los niños en su futuro laboral y en los costos y eficiencia de la empresa petrolera, pero no son las únicas fuentes de improductividad. Igual de importantes son los procedimientos de funcionamiento del monopolio petrolero, los planes de estudio, etcétera. Quizá el mensaje relevante es que el país requiere una verdadera obsesión por el crecimiento económico y, como parte de ésta, atender los asuntos de la productividad, incluyendo lo que atañe al sindicalismo.

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