Con la llegada de la discusión de las dos reformas más importantes para el gobierno de Enrique Peña, la hacendaria y la energética, el Pacto por México ha puesto a prueba su maleabilidad. La bifurcación de agendas entre el panismo simpatizante de la apertura en el sector energético –la cual el priismo le negó cuando éste era oposición—y el perredismo ávido de ser tomado en cuenta tras lustros de marginación (o automarginación) política, debía manejarse con cuidado si el presidente pretendía materializar sus reformas. Por lo pronto, con la aprobación de la miscelánea fiscal (no una reforma hacendaria, ni mucho menos social), el primer escollo ha sido librado. En esta oportunidad, fue al PAN a quien “le tocó perder” y al PRD –o a una parte de él—asumirse como fiel de la balanza. Tal vez Gustavo Madero y su grupo ya tenían previsto este resultado y, posiblemente, la historia pudiera ser a la inversa a la hora del debate energético.
El amago de cierto sector del PAN por posponer la aprobación de la reforma energética a 2014, así como la arenga de algunos de sus legisladores llamando a “terminar su participación” en el Pacto por México, no han sido respaldados desde la dirigencia nacional. En Cámara de Diputados, Luis Alberto Villarreal, el coordinador de la bancada, y Juan Bueno, vicecoordinador de política económica, han dicho que están listos para recibir la minuta senatorial en cuanto ésta exista. Por su parte, David Penchyna, presidente de la Comisión de Energía del Senado, ha dicho que confía en poder llevar adelante las pláticas con varios senadores panistas abiertos a la discusión de la reforma. Lo más probable es la repetición de lo sucedido con el PRD en el tema fiscal, es decir, el PAN, incluso no votando en bloque en el Senado, terminará por facilitar la aprobación de las modificaciones constitucionales a los artículos 27 y 28. Mandar el asunto a febrero de 2014 es sumamente riesgoso para el PAN, sobre todo después del “fracaso” en el debate de la miscelánea fiscal. Los panistas serían tildados de ineptos en la defensa de los intereses de empresarios y clase media en el tema de los impuestos, y ahora también negligentes al “patear” la reforma energética en una especie de represalia política. En todo caso, los panistas podrían negociar un compromiso para obtener determinadas cuestiones a la hora de la discusión de las secundarias. Por otro lado, el gobierno concibe a la reforma energética como la clave de su proyecto, razón por la cual las vicisitudes panistas podrían encontrar redención al final del camino.
Por último, cabe preguntarse si Acción Nacional pudo haberse posicionado mejor en la mesa de las reformas. No dejó de ser sorprendente cómo los panistas eligieron una reforma político-electoral como “moneda de cambio” para negociar la reforma energética, en vez de, por ejemplo, una propuesta de reforma hacendaria más afín a los intereses de sus potenciales votantes. ¿Se debió esto a una falta de pericia política o fue una estrategia concertada en el Pacto por México? Una pista podría encontrarse en el orden en el cual fueron discutidas las reformas. Estratégicamente era conveniente negociar los ingresos y, sobre todo, el Presupuesto (al que casi nadie le está poniendo atención, en particular en lo referente a quiénes van a ser los ganadores en la recepción de recursos para los partidos políticos) a fin de darle a la oposición (entendida como las dirigencias nacionales de Zambrano y Madero) garantías de que su adhesión a las reformas (la del PRD a la fiscal y la del PAN a la energética) sería premiada. El PRD está satisfecho y puede ahora oponerse a la reforma energética para restituir su legitimidad como oposición ante sus clientelas. Veremos qué tan satisfecho queda el PAN en la medida en la cual avance el tema energético.
Negociar la energética sin antes tener garantías en lo fiscal y presupuestario hubiera generado desconfianza hasta en Madero y Zambrano. Hasta ahora, todo parece indicar que el Pacto por México tiene más vidas de las que muchos pensaban.
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