La elección perredista del pasado fin de semana arrojó -como se esperaba- un cúmulo de irregularidades, algunas incluso de mayor tono a lo visto en procesos anteriores. Anticipando el desaseo en la batalla entre Chuchos y Bejaranos, Ebrard y López Obrador siguieron una estrategia de distancia mediática ante la contienda interna de su partido. Y es que al continuar utilizando un método de credenciales democráticas, como la elección abierta, el PRD volvió a exhibir su faceta anti-democrática. En contraste y de manera estratégica, el resto de los partidos mantuvieron la ropa sucia en casa, privilegiando la designación directa en la selección de sus abanderados. El PRD es, por mucho, la primera fuerza política del DF. Sin embargo, las irregularidades denunciadas han impedido que cuenten con resultados oficiales de la elección y persiste la amenaza de una escalada en los enfrentamientos. El PRD no manda así una buena señal a la ciudadanía y puede consolidar su posición como el partido que más opiniones negativas genera entre la población.
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