Humberto Moreira llega a la dirigencia nacional del PRI con el valor de la unidad y de la imagen de un nuevo cuadro del partido. Sin embargo, más allá de la imagen o el discurso, la oferta del PRI con Moreira al frente seguirá siendo la misma, tanto en operación política como en la ausencia de visión a largo plazo. Su única apuesta es ofrecer al electorado la vieja frase carrancista de “orden y progreso”. Con el respaldo –que a la vez es presión– de los gobernadores priístas y la promesa de victoria de Enrique Peña Nieto en 2012, se puede esperar a una dirigencia priísta muy combativa, tanto al exterior, como con las disidencias internas.
La combatividad del PRI y de Moreira –o la expectativa de ella– ha despertado en el Presidente Calderón su animadversión al PRI y su rechazo a que este regrese a los Pinos. Esto pone al PAN en un estado de franca intervención del Presidente Calderón en sus procesos internos para definir tanto al candidato del partido a la Presidencia como el método por el que será seleccionado –lo que remite más al dedazo priísta y a la vinculación PRI-Gobierno del viejo régimen que a un momento de maduración democrática del PAN. En esta lógica, cualquier aspirante a la candidatura a la Presidencia por el PAN podría ver su operación muy comprometida si no cuenta con el aval del Presidente.
El gran elector aún existe, y se replica en todos los partidos…
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