La elección de Miguel Ángel Yunes a la candidatura del gobierno de Veracruz obedece a que es la única solución competitiva que el PAN vislumbró para la entidad. Sin la estructura de Yunes, construida laboriosamente a su paso por el PRI, el Gobierno Federal y recientemente desde Boca del Río y otros municipios clave con el PAN y el apoyo del PANAL, sería imposible competir en un estado que presume una de las mejores maquinarias electorales con que cuenta el PRI. Como en otras entidades, la elección de un ex priísta y además enviado desde el centro ha provocado descontento en el panismo local, que ve en Yunes la posibilidad de ser borrados del mapa político.
El PRI veracruzano ha preferido mantenerse a la expectativa mientras el PAN del estado se fractura, quizá esperando que quienes no apoyan a Yunes se encarguen de que su pasado le persiga, así como su cercana relación con Elba Esther Gordillo. Sin embargo, la experiencia de estas coaliciones en el pasado indica que es poco probable que el panismo descontento le haga mella a Yunes, amén de que tampoco tiene muchas alternativas.
Con la candidatura de Yunes se presenciará la lucha de dos maquinarias electorales igualmente adeptas a movilizar votos corporativos y a aprovechar cualquier programa gubernamental que quede a la mano para ganar el favor del electorado. Por su parte, los votantes descontentos con la gestión del gobernador Fidel Herrera podrán votar por una candidatura más competitiva. En la medida en que ese descontento sea mayor que las inconsistencias de la candidatura del PAN, Yunes tendrá mayor probabilidad de éxito.
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