Cómo se genera, administra y consume la energía en una ciudad es un gran indicador de su nivel de desarrollo y de sus instituciones. Hoy podemos tener “ecobicis” y otros proyectos de vanguardia, pero siguen predominando los “diablitos”, los usuarios del transporte público persiguiendo “combis” y personas teniendo que permanecer en casa para esperar a que llegue el camión del gas.
Por esto me ha parecido de lo más relevante el foro que recientemente llevaron a cabo Coparmex y CIDAC: El futuro de la sustentabilidad energética en el D.F.
Uno de los problemas predominantes que se señalaron en el foro fue la falta de opciones en fuentes de energía a disposición de los usuarios.
Algunos números ilustran esto con claridad. El 90 por ciento del transporte en la ciudad utiliza gasolina y no gas, siendo el gas una opción más limpia. Asimismo, el 80 por ciento del transporte se lleva a cabo en automóviles, camionetas y motocicletas, que transportan en promedio solo 1.7 pasajeros por unidad –el colmo de la ineficiencia.
Con respecto al consumo energético residencial, 90 por ciento de éste proviene del gas licuado del petróleo, o gas LP. La Ciudad de México es de las pocas ciudades importantes en el mundo que no tienen una infraestructura para gas natural. A pesar de que el gas LP sufre de problemas como altos costos de almacenamiento y transporte y el mal estado de los tanques, el usuario no tiene la opción de escoger algo diferente.
El tema de la electricidad es otro problema. En 2009 se perdía el 40 por ciento de la electricidad. Tras el cierre de Luz y Fuerza se han hecho muchas mejoras, pero aún se pierde alrededor del 25 por ciento de la energía en la zona metropolitana de la Ciudad de México tanto por fallas técnicas como por robo.
Las tarifas eléctricas tienen un subsidio de hasta 58 por ciento. Es decir, no pagamos el costo real de la electricidad. Lo mismo ocurre con el subsidio al agua, que nos cuesta a los contribuyentes y hace “invisible” el alto costo energético de traer agua a la Ciudad de México.
La basura es otro tema. En México solo 50 municipios generan la mitad de la basura de todo el país; el Distrito Federal y el Estado de México suman el 30 por ciento de la producción nacional de basura. Pero hay una enorme descoordinación. Por ejemplo, el bordo poniente recibió hasta 2012 residuos del DF, pero, primero, está situado en el Estado de México, y segundo, la responsabilidad de su gestión recae ¡en el gobierno federal!. Asimismo, el Gobierno del Distrito Federal ha hecho un esfuerzo importante por separar residuos pero no así el Estado de México.
Este tema y muchos otros deben verse desde una perspectiva de coordinación entre entidades y no como un tema exclusivamente del DF. Por otra parte, una visión moderna cambiaría el concepto de “basura” por uno de “residuos sólidos” que alentara que éstos fueran reutilizados y vistos como insumos para la generación de energía.
El Distrito Federal no tiene hoy una agenda clara en materia energética. Pasar de energías fósiles a energías limpias y tener una ciudad con mayor movilidad, productividad y competencia entre distintas fuentes de energía debe ser una prioridad. Pero ante la lentitud del gobierno capitalino (Ejecutivo local y Asamblea Legislativa) para actuar en esta materia, el liderazgo para movernos probablemente tendrá que venir de un grupo social dispuesto a ser punta de lanza. El puesto está aún vacante.
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