La reforma energética: conquistar aguas profundas o hundirse en ellas.

Sustentabilidad

A inicios de esta semana fue reportado por diversos medios de comunicación que PEMEX había encontrado un nuevo yacimiento en aguas profundas. Del yacimiento Exploratus-1 se presume se puedan extraer entre 150 y 200 millones de barriles de petróleo crudo, cantidad bastante pequeña respecto al potencial mexicano en aguas profundas, el cual se estima asciende a alrededor de 26 mil millones de barriles (suficiente, al ritmo de explotación actual, para los próximos 28 años). Uno de los argumentos más poderosos a favor de la apertura era la incapacidad de la paraestatal a fin de explotar dicha riqueza a ritmos competitivos. Hoy que han caído los candados constitucionales para abrir la participación de privados en la industria petrolera, resulta pertinente preguntarse si México sabrá sacarle provecho o acabará, como ha sucedido en el pasado, abusando de la corrupción y generando una repartición subóptima de sus recursos, en este caso de la explotación de los hidrocarburos. Por otro lado, si este descubrimiento se traduce en una presión por no liberalizar al sector en la siguiente etapa legislativa, el resultado sería todavía peor.
La reforma energética facilitará la llegada de capitales e inversiones al país. Diversas estimaciones sugieren que una buena ley secundaria podría traducirse en un crecimiento adicional del producto interno bruto de entre 0.5 y 1 por ciento. Asimismo, el anuncio de la apertura ha detonado gran optimismo en el mundo financiero. El principal indicador de ello fue la mejora en la calificación crediticia de PEMEX. Todo esto representa recursos adicionales, los cuales sin duda representarán una enorme tentación para la corrupción y, por tanto, la toma de decisiones con criterios equivocados. Si PEMEX no logra adaptarse con éxito a las nuevas condiciones del mercado, continúa monopolizando de facto los proyectos de exploración y producción, y no asume políticas sustentadas en la productividad y la competitividad, la apertura acabará siendo contraproducente, al menos para la paraestatal. También existe el riesgo opuesto, o sea, que PEMEX entregue ciertos campos a empresas privadas por considerarlos poco atractivos, y luego intente recuperarlos en condiciones desfavorables. Por ejemplo, en Brasil, Petrobras dejó ir yacimientos importantes a las empresas privadas que luego buscó recuperar a través de medidas desesperadas como compra de acciones de esas petroleras para manipular decisiones administrativas que la favorecieran. En suma, habrá que lograr el justo medio entre obtener el “mejor pedazo del pastel”, sin que PEMEX caiga en una lógica de paraestatal monopólica, y evitar eventuales abusos por parte de las compañías privadas.
Las leyes secundarias de la reforma energética deben centrarse en la creación de un marco regulatorio eficaz. Esto permitiría al Estado mexicano ser garante de que los recursos petroleros serán maximizados en beneficio de todos. Del mismo modo, es importante que en las exploraciones de aguas profundas se busque desarrollar capacidad de ingeniería en el país, método claro para la agregación de valor. Por ejemplo, en Noruega, el gobierno logró plasmar en los contratos que los pozos donde tuvieran participación los privados tenían que contar con gente de la empresa estatal, Statoil, a fin de facilitar el aprendizaje de su personal. Adicionalmente, si se encontraban nuevos descubrimientos en esos campos se podían modificar los términos del contrato con las petroleras. La existencia de una petrolera estatal con el conocimiento de cómo explotar los yacimientos profundos, facilitaba que las petroleras privadas accedieran a estos términos con el Estado en beneficio del pueblo noruego.
De acuerdo con los postulados de la reforma, la Secretaría de Energía (SENER) será el órgano que determine la distribución de los contratos de exploración y explotación de los campos petroleros. Lo ideal sería que SENER emplee criterios que privilegien la maximización de la riqueza petrolera y no la de los bolsillos de sus gestores. México deberá aprovechar al máximo su potencial en aguas profundas y no mezclarlo con el hundimiento en las profundas aguas de la corrupción.

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