Mauricio Fernández Garza, alcalde de San Pedro Garza García, se ha hecho de un nombre al retar a los criminales de su municipio, el más rico del país. Además, al anunciar en su toma de posesión el asesinato de un capo local que le habría amenazado de muerte, generó una gran especulación sobre su posible intervención en el hecho. Su discurso es inquietante: un funcionario electo que aboga por tomar la justicia en sus propias manos remeda a los líderes de derecha latinoamericana y española que crearon sus propios escuadrones paramilitares; grupos que, eventualmente, tomaron vida propia.
Esta fantasía de control resulta muy atractiva para quienes prefieren darle la vuelta a la ley y los derechos humanos en aras de preservar su orden y legitimidad. Pero como los GAL en España, los paramiltares colombianos y los escuadrones de la muerte centroamericanos, el grupo que habita la imaginación o la realidad de Fernández es una amenaza para la seguridad de los habitantes de su municipio y para el Estado de derecho y la democracia de México. En las palabras de este alcalde, no hay sino una expresión del espíritu autoritario que confunde la “mano fuerte” con el imperio de la ley y las demandas ciudadanas. Y aunque es difícil saber en este punto cuáles son sus verdaderas intenciones y capacidades, habría que poner atención a quienes pretendan sentirse inspirados por su ejemplo.
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