El PRD se encuentra al borde de la descomposición, fruto de una elección interna que no acaba de concluir y de decenas de negociaciones malogradas. Después de varias semanas de negociar el último acuerdo fue sustituir al presidente saliente (Cota) con dos “representantes legales” de dudosas facultades. Antes de salir, Cota intentó levantarle la mano al candidato de AMLO. Los “Chuchos” ya se dieron cuenta que deshacer el partido y deshacer a los “Chuchos” es la opción preferida de AMLO. El “divorcio amistoso” no llegará porque ningún grupo abandonará la rentable franquicia del PRD en manos del otro. Lo que sigue dependerá en parte de las habilidades de cada uno de los dos bandos y de la forma en que el resto del mundo político gane o pierda frente a la cruzada de AMLO. En un extremo, al iniciarse la campaña electoral del 2009, alguno de los grupos, presumiblemente los “Chuchos” se verían obligados a claudicar, dejando a López Obrador con un partido destruido pero con una valiosa franquicia. En el otro extremo, las circunstancias externas derrotarían a AMLO, creando un espacio viable para que los “Chuchos” se apropien del partido. Ninguno de los dos escenarios es promisorio para el desarrollo democrático del país.
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