El estudio elaborado por Pemex –desde el año pasado– señala a Tula como la ubicación que daría una mayor tasa de retorno a la paraestatal en un área empresarial que se caracteriza por bajos rendimientos (en comparación con la extracción y considerando que Pemex no es necesariamente la empresa más eficiente en términos de costos). La parte técnica es innegable, en Hidalgo ya existente una refinería y está cerca del mayor polo de consumo de gasolinas en el país –la región central. Sin embargo, cabe preguntarse por qué se demoró tanto esta decisión que debiera ser exclusiva del Ejecutivo y que, después de una pasarela de propuestas políticas, al final de cuentas siguió los mismos parámetros indicados por el estudio técnico. Parece una decisión atrasada por la falta de recursos disponibles y la expectativa de responder a las presiones internas del PAN para que fuera en Guanajuato. En esta decisión el gobierno perdió la oportunidad de utilizar la ubicación de la refinería como moneda de cambio para impulsar alguna reforma adicional. Así, una vez más el PRI obtiene lo que se propone sin dar mucho a cambio.
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