Las filtraciones de información recientemente presentadas por Wikileaks son un golpe a la imagen de los involucrados y particularmente al gobierno de Estados Unidos. Si bien el contenido de la mayoría de los cables entre embajadas estadounidenses y su Departamento de Estado no ofrece mayor novedad, su valor en la construcción de un escándalo está en hacer pública información destinada a ser privada.
Si bien el hecho es una afrenta para el gobierno estadounidense en todos los sentidos (contenido, fragilidad de la información y quebranto de la ley) las consecuencias previsibles parecen estar lejos de los objetivos que en el discurso se atribuye a las acciones de Wikileaks y sus seguidores (transparencia e información para los ciudadanos).
En el corto plazo se puede esperar un mayor control de la información y de búsqueda de nuevos canales de comunicación informal, es decir, menos información disponible. Por otro lado, si bien puede anticiparse mayor cuidado en el corto plazo entre quienes participan en intercambios de información u opinión con personal diplomático, lo cierto es que los intereses de ambas partes siguen intactos, al igual que su necesidad de influir –de un lado en la política local y del otro en la visión del gobierno estadounidense.
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