El brote de influenza porcina representa una dura prueba para el sistema de salud nacional. Las autoridades se enfrentan a un virus nuevo, de relativamente fácil contagio y que puede ser letal de no ser atendido con prontitud. En la respuesta, han salido a relucir deficiencias estructurales del sistema; como fallas en la calidad de la atención, falta de equipamiento médico, problemas de acceso a los servicios para algunos grupos de la población y problemas de registro epidemiológico a nivel operativo. Al mismo tiempo, hay una alta probabilidad de que una respuesta lenta (de días) por parte del gobierno o la simple tendencia a la auto-medicación, muy común en México, haya contribuido a la expansión del virus y a su tasa de mortalidad. Sin embargo, una vez dado a conocer el fenómeno la respuesta del sistema de salud y la estrategia de comunicación han sido adecuadas. Por lo pronto, el número de nuevos casos parece haberse estabilizado y están dadas las condiciones para que no se presenten más muertes relacionadas con este virus. Los próximos días serán clave para determinar si el peligro de la influenza será asunto de un par de semanas o si, por el contrario, su permanencia será mayor.
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