El apagón analógico –el cual pondrá a México en la vanguardia como el primer país latinoamericano en comenzar su transición hacia la tecnología digital— ha sido pospuesto en su primera etapa. Desde octubre de 2012, el entonces presidente Felipe Calderón anunció que Tijuana sería la pionera en la eliminación de las telecomunicaciones analógicas, y que aplicaría el apagón a partir del 29 de mayo de 2013. De hecho, así fue, pero la medida fue revertida unas horas más tarde por motivos (supuestamente) electorales. Más allá de discutir las causas de esta sui generis prórroga, ¿qué es en sí el apagón?; ¿cuáles son sus beneficios y quiénes, en un momento dado, podrían no estar contentos con él?
El cese de emisiones analógicas que abre paso a las señales digitales libera espectro radioeléctrico y permite la entrada de nuevos competidores en mercados de convergencia digital: televisión, radio, telefonía e internet. Favorece la pluralidad de contenidos, impulsa la oferta de publicidad especializada en nichos temáticos, y reduce el poder monopólico de aquellas empresas que actualmente abarcan toda la programación televisiva en pocos canales analógicos fijando, sin mucho margen de negociación, precios y tarifas publicitarias. En 2009, siguiendo la tendencia mundial (que en Europa comenzó desde 2006 en Holanda), mediante un decreto presidencial se fijó para México como meta de transición de señales analógicas a digitales el 31 de diciembre de 2015. Para esa fecha, todas las televisoras deberán transmitir en formato digital y, sobre todo, la población deberá tener el equipo necesario para recibirlo.
En mayo de 2012, la Comisión Federal de Telecomunicaciones (COFETEL) aprobó un procedimiento de transición escalonada, cuyo subsidio será equivalente a 13,188 millones de pesos para proporcionar decodificadores gratuitos a la población que no tenga TV por cable. Tijuana fue seleccionada como ciudad piloto para comenzar debido a que su cercanía con Estados Unidos ha facilitado tanto la inversión de numerosas estaciones digitales, como la familiarización de la población con los beneficios de esta nueva tecnología. No obstante lo anterior, y el éxito que COFETEL reportó respecto de los resultados del apagón (93% de cobertura en esa ciudad), el pleno de COFETEL aceptó, tras recomendación del Instituto Federal Electoral, postergar el apagón hasta después de los comicios del próximo 7 de julio en Baja California (la única que incluye el cargo de gobernador). La justificación fue que 14,000 hogares en Tijuana (aquellos sin tecnología digital) estarían siendo discriminados en cuanto a su acceso al principal medio de difusión de los mensajes políticos: la televisión.
Independientemente de los pretextos y argumentos, el experimento de Tijuana ha despertado una gran polémica respecto de los criterios para garantizar el éxito de la transición digital. Un factor crucial es la revisión de la calendarización del apagón, lo cual abre también la pregunta sobre qué medidas extraordinarias debe tomar COFETEL para minimizar los riesgos de este proceso en un país multicultural y con rezagos tan divergentes. ¿Ya tendrá pensado COFETEL cómo responder ante diversos escenarios? Asimismo, existen fuerzas económicas y políticas interesadas en resistir o postergar el apagón que, sin duda, es un fenómeno inevitable. Por ejemplo, tras el apagón, las televisoras deberán devolver buena parte del espectro radioeléctrico al gobierno para que éste pueda licitar nuevas concesiones. Esto les quitará la posibilidad de explotar el gigante ancho de banda que quedaría liberado por la eliminación de las señales analógicas.
No es frívolo decir que es indispensable que COFETEL cuide la armonización de los futuros apagones con procesos electorales o, incluso, con ciertos eventos que impactan de forma significativa a las audiencias mexicanas y que podrían convertirse en “carne de cañón” de las televisoras para movilizaciones en contra de la digitalización. El mayor riesgo de esto último será, por supuesto, el próximo campeonato mundial de fútbol en el verano de 2014. Sería lamentable que en las próximas fases de la transición digital experimentemos nuevas justificaciones para retrasarla. En el actual contexto, y no obstante la eficacia de los primeros días del apagón en Tijuana, la percepción queda una vez más concentrada en la debilidad de las instituciones ante los grandes intereses de los poderes fácticos.
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